Soy Álvaro, llevo desde 1999 contando historias con imágenes y mi formación como diseñador gráfico me ha dado tanto los conocimientos en el mundo de la imagen como la exigencia de buscar siempre la aliada perfecta para conseguir aquello que tengo en mi cabeza. He compaginado mi carrera profesional con la docencia y durante todo este tiempo han pasado por mis manos todo tipo de cámaras de vídeo y fotos, y creo que he coqueteado con todas las marcas del mercado. Pero realmente hace unos meses me planteé una pregunta y la compartí con algunos profesionales buscando ayuda: Aceptando el punto de partida de que la cámara no hace al fotógrafo, ¿tenía en mis manos la mejor cámara y la que era más fiel a mi forma de entender la vida?
Como fotógrafo y realizador, busco que la cámara desaparezca, que me permita ser yo con el momento. Con la Fujifilm GFX100 II, he encontrado esa compañera de aventuras y narradora de historias. Una que me permite fluir, tanto en la tranquilidad de un amanecer en la montaña como en la tensión de una campaña publicitaria.
El color es lo que le da vida a mis imágenes y una de las grandes protagonistas de mi narrativa. En la Fujifilm GFX100 II, cada tono es una pincelada que intensifica el momento, desde los paisajes más vastos hasta los detalles más mínimos en una fotografia con modelos para presentar una marca. No se trata solo de capturar lo que veo, sino de proyectar lo que siento. Porque para mi el color no es solo un reflejo de la realidad, sino un vehículo para las emociones. Y lo que consigo en la postproducción con mi GFX es posible desde el primer instante en el que veo la imagen en mi programa de revelado. No necesito esculpir la fotografía para hacer aparecer la magia. La magia está ahí.
Soy una persona inquieta, nerviosa, siempre en movimiento. Necesito sentir la imagen antes de apretar el disparador. El visor de la Fujifilm GFX100 II es mi nuevo refugio. Cuando lo miro, el mundo se detiene por un segundo. No solo veo, siento. Eso me permite actuar con rapidez y precisión, tanto en los momentos más impredecibles de un documental de aventuras como persiguiendo a mis hijos en el jardín. Siempre he sido más de mirar por el visor que por la pantalla, por ergonomía y porque el sol me suele molestar, ahora lo hago además por el puro placer de mirar a través de él.
En los documentales de aventuras, donde el terreno es impredecible y el tiempo juega en contra, la agilidad de la cámara es crucial. No puedo permitirme perder tiempo ajustando parámetros complicados. Necesito algo intuitivo y rápido, algo que me siga el ritmo. Esta cámara cumple ese rol, con su manejo fácil y su capacidad de grabar con precisión incluso en situaciones de luz extremas. Realmente aposté por la cámara por sus funciones en fotografia y me ha acabado cautivando en la parte cinematográfica.
A nivel de imagen, la profundidad de campo que ofrece esta cámara me permite crear capas narrativas en cada imagen. En mis documentales, me gusta jugar con esa sensación de distancia, de invitar al espectador a explorar la escena. Mientras que en publicidad, puedo moldear la realidad, enfocando justo en los detalles que quiero destacar, y dejando que el resto se desvanezca en un suave desenfoque. Además he encontrado en el Fujinon GF55mmF1.7 R WR un aliado perfecto. Creo que es la lente soñada por la focal, como por la calidad que desprende. En cada imagen, siento que puedo moldear la realidad, esculpiendo la escena para resaltar lo que realmente importa. Es como poder jugar con el aire entre la lente y el mundo, creando capas de historia que invitan al espectador a adentrarse.
Para mi es muy importante controlar la tecnología y que no sea ella la que rija el ritmo de una sesión fotográfica. Necesito que la tecnología desaparezca, que la cámara se vuelva parte de mí. Y lo hace. Todo está ahí cuando lo necesito, pero nunca se interpone. Y en ese instante, justo antes de disparar o de gritar “acción”, es donde encuentro la verdadera magia.
La técnica está ahí, claro, pero es como una corriente subterránea que nunca interrumpe la superficie. Las funciones avanzadas de enfoque, la estabilización en el cuerpo y la simplicidad de los controles se sienten como un susurro en lugar de un grito. Y eso es exactamente lo que necesitaba para mis aventuras en las montañas y los caminos salvajes: una cámara que no me distraiga del paisaje que quiero capturar.
Porque, después de todo, lo que buscamos como fotógrafos o realizadores no es simplemente una imagen. Buscamos una emoción, un latido, un eco del lugar y el tiempo en el que estuvimos. Y si la herramienta desaparece en ese proceso, entonces hemos encontrado la cámara perfecta.
Artículo redactado por Álvaro Sanz.