16 septiembre, 2025Cámaras digitalesSvalbard, el último archipiélago, por Laura NúñezA tan solo 1.000 km del Polo Norte se extienden un total de 8 islas, llamadas las Svalbard, que en noruego antiguo responden al nombre de “costas frías”. En sus tierras, formadas por vastos desiertos de hielo marino, todavía sobreviven unos 300 osos polares.

Hace unos meses me volví a embarcar en la aventura de guiar un grupo de amantes de la naturaleza en los dominios existentes más allá del Círculo Polar Ártico. Durante una semana vivimos en grupo en el paraíso congelado de la isla principal de Svalbard, llamada Spitsbergen, en cuya capital habita la última población civil permanente.

Es el punto más septentrional del mundo donde la vida sigue más o menos con normalidad: sus ciudadanos viven preparados y acostumbrados a los bruscos cambios de temperatura e inclemencias climáticas que pueden acechar la ciudad en cuestión de horas. Esta inesperada y extrema inestabilidad climática actual se debe a la vulnerabilidad que sufre el territorio fruto del cambio climático. De igual forma, su fauna salvaje habita en armonía con los ciudadanos tanto en las inmediaciones de la capital como en sus alrededores, tranquila y confiada gracias a estrictas regulaciones que priorizan su protección y limitan el impacto del turismo sobre su hábitat.

Mayo es un mes dorado para la naturaleza en el archipiélago de Svalbard porque el sol ya no se esconde detrás del horizonte glacial. A esta temporada se la llama Sol de medianoche y llega acompañada de eternos y coloridos amaneceres y atardeceres. Sus veinticuatro horas de luz resultan el paraíso soñado para el fotógrafo de fauna salvaje, sumergiéndolo en un limbo horario y climático lleno de experiencias inmersivas con la biodiversidad.

Con el objetivo de descubrir de cerca la otra cara del Ártico y observar cómo funciona este ecosistema tan extremo y, a la vez, tan sensible, me interné en el corazón de la isla central -donde sobreviven glaciares de más de 2.000 años -, acompañada de mi resistente y sellado equipo Fujifilm, formado por la cámara X-H2S y su inseparable teleobjetivo Fujinon XF150-600mmF5.6-8 R LM OIS WR, así como mi más reciente adquisición, ideal para este viaje: el duplicador FUJINON  XF2X TC WR, para poder llegar a ver y capturar lo que el ojo casi no distingue de tanto blanco.

En estos primeros días de luz, la primavera empieza a despertar tanto en tierra como en agua. Las perdices nivales buscan los primeros brotes de hierba fresca que sobresalen entre la nieve y las morsas empiezan a juntarse en pequeñas colonias sobre los icebergs. Los zorros árticos proclaman su celo con retumbantes ladridos que resuenan por todo el fiordo junto a los reclamos de miles de aves marinas que ya llegan de su viaje migratorio. Y los osos polares vagan, invisibles y nómadas, resiguiendo la costa en busca de su próximo manjar, que puede ser una foca despistada o los restos de algún reno muerto durante el duro invierno.

Pero toda esta naturaleza prístina se encuentra a tan solo 50 años de desaparecer, ya que se estima que para entonces Svalbard estará totalmente libre de hielo marino. Y eso significa que todos los organismos que dependen de este, migrarán, se adaptarán o se extinguirán.

Como bióloga y guía de fotografía en ecosistemas árticos, mi objetivo durante la expedición es el de sensibilizar y concienciar: descubrir a mis compañeros de viaje la importancia de regresar a casa no solo con fotografías impactantes que logren conmover a quienes las observan, sino también con una reflexión, aunque tenga un triste sabor amargo. Porque esta es la única fórmula que conozco para provocar un cambio de mentalidad.