04 noviembre, 2025Fotografía analógicaUna excursión por el mar con la Quicksnap, por Nuria CabreraUn cumpleaños, una salida con el cole, unas vacaciones en la playa… Eran situaciones así las que desencadenaban el ‘sí’ de mi madre para comprarme una cámara de un solo uso allá por los 90. Ha sido imposible que esos recuerdos no vinieran a mi mente cuando tuve en mis manos la nueva Quicksnap de Fujifilm.

Quizá eso es lo que me empuja a seguir disfrutando de la fotografía analógica y de cámaras como esta en pleno siglo XXI: la capacidad que tiene una herramienta tan pequeña para desbloquear sensaciones y revivir momentos.

En un guiño a esa niña que siempre estaba detrás de la cámara retratando los momentos importantes, decidí llevarme la Fujifilm Quicksnap para documentar algo que, desde pequeña, me hacía mucha ilusión y tenía pendiente conmigo misma: subirme a una ‘Golondrina’ y ver Barcelona desde el mar.

Para quien no es de la ciudad, quizá no sepa que Las Golondrinas, como popularmente se las conoce, son unas embarcaciones que recorren el Puerto de Barcelona y el litoral de la ciudad desde 1888, ofreciendo una perspectiva diferente que, sin duda, me habría fascinado de niña. Hoy en día son un reclamo turístico para contemplar el skyline de Barcelona desde el mar. 

La primera toma de contacto con la Quicksnap fue rápida. Viene cargada con un carrete a color de ISO 400 y flash (que puede activarse y desactivarse según convenga), lo que la hace versátil y apta para cualquier situación de luz, como la de esta tarde nublada en Barcelona. Su funcionamiento es muy sencillo: tan solo hay que mirar por el visor y presionar el botón. No se necesita más. Con ella en las manos, entiendo que tanta gente de la Generación Z se anime a entrar en la fotografía analógica experimentando con una cámara así. Su simplicidad es la clave para dejarse llevar y hacer fotos sin tener que pensar demasiado.

Con la Quicksnap ya desempaquetada y lista para disparar, lo que más me llamó la atención fue su discreción. Apenas hace ruido cuando haces una fotografía, algo que me ayudó a capturar el ambiente de barco sin llamar demasiado la atención ni incomodar, ni resultar invasiva hacia el resto de gente con la que compartía travesía. Es una cámara pequeña, resistente, muy ligera (¡solo pesa 90 gramos!) y cabe perfectamente en el bolsillo. Y para un trayecto así, en el que el mar se dejó notar bastante, poderla manejar con una sola mano fue toda una ventaja.

El reto era hacer las 27 fotos durante la hora que dura el recorrido y que pudieran ser una crónica muy personal de un viaje que debería haber hecho siendo pequeña. Cuando recibí las fotografías escaneadas, no pude estar más contenta: Esos azules vibrantes, el buen rendimiento de la cámara clavando la exposición, todas las fotos enfocadas a pesar del vaivén del barco y sujetar la cámara con una sola mano… Unos resultados consistentes, los que han salido de esta pequeña cámara que, por ello mismo, merece ser valorada como una opción genial para llevarla en el bolsillo y retratar los momentos cotidianos que merecen ser recordados.