Siempre he sentido fascinación por el mundo ‘casteller’. La tradición, la disciplina, el respeto y el trabajo en equipo consiguen construir unas estructuras humanas que desafían la capacidad física y mental de cualquiera. Es por ello que me gusta disfrutar jornadas siendo una más de la multitud que se agolpa a ver cómo las figuras se suben unas encima de otras hasta tocar el cielo.
Tenía muchas ganas de hacer fotos, así que me animé a coger la cámara y vivir mi primera jornada castellera a través del visor. A pesar de ser un encuentro vistoso por los diferentes colores de las camisas de las agrupaciones que participan, opté por el blanco y negro de la película Fujifilm Acros 100 II para concentrarme en las expresiones, los gestos y las sensaciones que se iban a vivir en la plaza. Al ser la primera vez que me animaba a fotografiar ‘castells’, decidí llevarme dos cámaras de diferente formato. Por un lado, la Fujifilm GA645 Professional, mi cámara favorita de formato medio, con la que me iba a dedicar a captar el ambiente, y por otro, una réflex con varios objetivos, que me ayudaría a acercarme a la acción.
El inicio de la jornada estaba programado a las 18 horas, pero el bullicio en la plaça de la Vila de Barberà del Vallès llevaba ya un rato en marcha. La gente, curiosa, buscaba el mejor lugar, mientras que las ‘colles’ participantes teñían de color el paisaje y comenzaban con los preparativos. El más destacado, el de colocarse la faja negra que rodea la cintura y que tiene un papel fundamental en el desarrollo de los castillos, ya que sirve de apoyo para colocar los pies e impulsarse.
Sonaron las campanas de la iglesia a la hora en punto y se hizo el silencio. Solo se escuchaban las voces de los ‘caps de colla’, encargados de ir nombrando y dirigiendo a cada miembro que sube a ocupar su lugar, y que acabará compartiendo el peso de los demás a sus espaldas.
En dos horas, las tres ‘colles’, Vila de Gràcia, Xics de Granollers y Saballuts de Sabadell, vivieron de todo: ‘castells’ que pudieron construir y descargar, emoción contenida ante estructuras humanas que temblaban y estuvieron a punto de desmoronarse, silencios, palabras de ánimo, abrazos, intentos que tuvieron que repetirse, construcciones sólidas que arrancaron la ovación del público tras cada actuación y explosiones de alegría. En mi particular jornada fotográfica, yo también viví con intensidad el hecho de fotografiar un evento por primera vez: controlando las emociones, manteniendo el pulso firme, aprendiendo a tener paciencia y a observar para capturar los momentos más significativos. Sin perder de vista que las fotografías de un carrete, a diferencia del mundo digital, no son infinitas.
Artículo redactado por Nuria Cabrera.