
Algunos lugares simplemente tienen que ser fotografiados con una cámara que esté a la altura de su historia. Vilcabamba es uno de ellos. No es solo un sitio arqueológico con ruinas antiguas; es un testimonio de resistencia, un lugar donde los incas aguantaron hasta el final frente a los españoles. Aquí, entre montañas cubiertas de neblina, el tiempo parece haberse detenido, y la historia aún respira en cada piedra.
Sobre el terreno
Caminar por el valle del río Apurímac en Vilcabamba es entrar en un lugar marcado por la sombra de la historia. Aquí se libraron batallas brutales, se cometieron abusos, y aunque la caída de los incas puso fin a una era, la violencia nunca desapareció del todo. En las últimas décadas, la zona ha sido un refugio para grupos como Sendero Luminoso, dejando cicatrices profundas en la gente que aún vive aquí. Hoy, el narcotráfico y la falta de un estado fuerte han convertido esta región en tierra de nadie, un sitio donde las reglas las dictan otros. Sin negociar con estos grupos y con los jefes regionales, este viaje no habría sido posible, en el VRAEM (Valle de los ríos Apurímac, Ene y Mantaro) el estado no pinta nada.
El paisaje de Vilcabamba es imponente. La luz y las nubes juegan una danza infinita, transformando el entorno de un momento a otro. Un instante, las montañas brillan bajo un tono dorado; al siguiente, una sombra azulada cubre todo, como si la historia misma jugara con los contrastes.







Fotografiar en este entorno es un reto y un privilegio. La herramienta que llevé me permitió captar esa naturaleza cambiante sin perder detalle. No era solo la nitidez o la resolución, sino la forma en que traducía la escena en algo casi táctil. Las piedras rugosas de las construcciones incas parecían saltar de la imagen cuando revisaba las fotos. Se podían ver los surcos, las grietas, la historia grabada en cada muro. Eso se llama rango dinámico.
En un lugar donde el tiempo ha dejado cicatrices tanto en la tierra como en la gente, fotografiar no es solo documentar. Es ser testigo.
En lugares así, cargar un trípode es más un estorbo que una ayuda. No puedes perder el momento perfecto ajustando patas y buscando estabilidad. La libertad de disparar sin preocupaciones me permitió moverme sin restricciones, encuadrando y disparando sobre la marcha sin miedo a que algo saliera movido. Hubo momentos en los que la luz se apagaba casi por completo, bajo la ceja de selva, donde el ojo apenas distinguía formas, pero la cámara seguía enfocando todo con una precisión que me sorprendía.
Recuerdo a las arqueólogas, Geanette, Cata y Yadira, empeñadas en seguir trabajando incluso cuando ya no se veía nada. Yo estrenaba equipo y todavía no tenía claro si su famoso sistema de estabilización realmente haría la diferencia. No fue hasta que revisé las fotos, ya metido en mi tienda de campaña, con el frío calándome los huesos, que me di cuenta de lo que tenía en las manos. Ahí estaba todo: el musgo pegado a las piedras, la luz tenue colándose entre las hojas, el tiempo marcado en cada grieta.





Las especificaciones técnicas pueden decirte mucho sobre una cámara, pero nunca pueden explicar la sensación de fotografiar con ella. Lo que más aprecié de la cámara Fujifilm GFX100S II fue su capacidad de desaparecer en mis manos, de volverse parte de la experiencia sin interrumpirla."
Fotografiando Vilcabamba no sentí que estaba simplemente documentando un lugar; sentí que estaba capturando su alma. El peso que sostenía entre las manos, aunque mayor que el de una mirrorless convencional, se compensaba con la ergonomía, el equilibrio, la forma en que se ajusta a la mano. Cada disparo era intuitivo.
La luz de la tarde sobre el rostro de mis compañeros, la bruma de la mañana deslizándose entre los árboles, el reflejo del sol en un pequeño río que atraviesa el valle… Todo estaba ahí, no solo como imagen, sino como sensación.
La fotografía arqueológica no es solo apuntar y disparar a piedras viejas. Como parte de la fotografía documental, cada imagen tiene que ser precisa, fiel a la realidad y, al mismo tiempo, lo suficientemente atractiva para que quien la vea quiera saber más. No se trata solo de congelar un momento o una acción; aquí estás documentando ciencia.





Cada foto tiene que ser rigurosa, mostrar los detalles tal como son, sin distorsiones, porque puede ser clave para investigadores y conservadores. Pero eso no significa que deba ser aburrida o plana. La luz, el encuadre y la composición tienen que trabajar juntos para que la imagen no solo informe, sino que también cuente una historia, despierte curiosidad y haga que la gente se detenga a mirarla. Al final, la clave está en lograr que una simple foto de un muro, una vasija o una estructura antigua hable, brille, transmita.
En expediciones largas, como la que me llevó un mes a documentar esta zona del Perú, la fotografía se convierte en un reto de resistencia. No hay señal, no hay electricidad más allá de lo que puedas cargar con paneles solares, y cada disparo cuenta porque no hay copias de seguridad en la nube. Cargar con equipo pesado en medio de la selva y la alta montaña, con heladas, lluvias inesperadas y caminatas agotadoras, hace que cada imagen requiera un esfuerzo extra.
Aquí, la fotografía no es solo técnica, también es logística y supervivencia. La batería tiene que durar, la memoria tiene que alcanzar, el equipo tiene que resistir, y, sobre todo, hay que encontrar la energía para seguir disparando después de días de cansancio acumulado. Pero cuando finalmente consigues capturar una imagen que resume la historia de un lugar perdido en el tiempo, cuando ves en la pantalla algo que nadie había registrado antes con esa precisión, todo cobra sentido.
Vilcabamba es un lugar que no se deja fotografiar fácilmente. Exige paciencia, atención, respeto. Cuando reviso las imágenes ahora, no veo solo ruinas antiguas y paisajes impresionantes. Veo a mis compañeros, escucho el silencio denso de la montaña, recuerdo la sensación de estar en un sitio donde la historia aún respira. Y al final, eso es lo que debería hacer una buena fotografía: permitirte volver a ese momento, sentirlo de nuevo.




