Ahora fotografiamos más y aprendemos más rápido de nuestros errores. Sin embargo, a la hora de tomarnos más en serio nuestra obra, el archivo digital tiene también algunos contras que la película se salta con alegría.
No quiero perder palabras escribiendo las ventajas del digital, porque ya las conocemos o imaginamos todos. Pero sí quiero reflexionar sobre lo que implica cargar un carrete en nuestra antigua cámara y salir a tomar fotos. Me intentaré explicar en los siguientes párrafos.
Una mañana escogí comenzar a fotografiar con un carrete Fujifilm Color 400. Sabía que las 36 imágenes que iba a obtener serían en color y tendrían una determinada tonalidad, grano y contraste. Sabía que con una sensibilidad de 400 era más que suficiente para disparar en condiciones de escasa luz. Pero sobre todo, tenía grabado a fuego en mi mente que cuando disfrutara del sol, podría fotografiar a una velocidad alta como es 1/500 de obturación. Con eso en la cabeza y en mi cámara, ya tenía muchas cosas decididas previamente y con eso ganado salí a la calle.
Y es que elegir un carrete y disparar con él significa que el fotógrafo decide previamente qué es lo que va a fotografiar y cómo va a conseguir sus fotos. En digital disparamos en RAW y decidimos casi todo después. ¿Esta foto irá mejor en blanco y negro? El RAW nos lo permite. ¿Qué tonalidades y ajustes varios
podemos usar en esta otra? De nuevo, el RAW nos lo permite. Sin embargo, para algunos, este “decidir después” es un incordio y nos hace dudar continuamente de cómo debemos terminar nuestra foto para la exportación final o la impresión definitiva. Esto con un carrete no sucede.
Cuando se me terminan las 36 fotografías del anterior carrete, saco de la bolsa uno nuevo, el Fujifilm Acros 100 II. Sé que este carrete es blanco y negro, por lo que cuando mire la realidad no puedo hacerlo de igual forma que con el anterior a color. Tampoco la sensibilidad es la misma, este carrete sé que es mucho más lento, podré disparar de forma óptima a 1/125 de obturación. Por ello, mi forma de encarar la realidad no puede ser igual, incluso mis motivos y mis escenas tendrán que variar, escojo algo más calmado, visitar el museo Pablo Serrano de Zaragoza.
Para mí es más complicado mirar en blanco y negro porque mi hábitat natural es el color. Pero la nula posibilidad de obtener imágenes en color cuando estoy con el Acros 100 II hace que me tenga que esforzar en componer mis fotos de forma diferente y eso me gusta. Como os decía al principio, experimentar, equivocarme y aprender son verbos habituales en mi visión fotográfica.
Esto que os cuento, el “decidir antes”, a mí me relaja y me ayuda mucho. Tengo una idea bastante aproximada de cómo van a salir las fotos antes de tomarlas, y sé qué voy y que no voy a fotografiar con del carrete que llevo cargado en cámara. Por supuesto, tengo que confiar mucho más que con mis cámaras digitales en mi antigua TopCon RE200. Una cámara antigua con un 55mm, extraño para mí, que a veces hace caso a lo que le mando y otras no, que a veces se traba y a veces no. Detalles que también son parte de la diversión y del proceso.
Y, de repente…. ¡Vaya, se me terminó el carrete de blanco y negro! Rebobino, lo guardo y cargo un Fujifilm Color 200. También sé que me toca con él, no tanta velocidad como con su hermano 400, y eso ya me marca qué puedo hacer y qué no. Vamos a seguir buscando y disfrutando de la fotografía de un modo diferente.
Rober Tomás.