Mi padre le enseñó a mi hermano el oficio de fotógrafo, “las chicas”, sus hijas, teníamos que aprender “otras cosas más de mujeres”.
En aquel tiempo existían pocos elementos para captar imágenes, la habilidad y destreza del manejo de la cámara y el laboratorio y como no, el talento y la sensibilidad del fotógrafo/a.
Aquella magia por las películas y el olor a los químicos, que había en el laboratorio de mi padre, traspasaron muy dentro del corazón de aquella niña, que aún sigue ahí y en todos estos años también se convirtió en mi principal actividad profesional.
Recientemente, he probado las nuevas películas de color de Fujifilm 200 ISO y 400 ISO, que han vuelto al mercado fotográfico donde los píxeles creen dominar el mundo de la imagen.
Tanto las películas en color como las de blanco y negro de antaño vuelven a estar en nuestra cultura visual. En los jóvenes hay curiosidad por conocer otro modo de procesar una foto y los no tan jóvenes, quieren tener material para continuar con la fotografía más tradicional.
Ojalá vuelvan las fotografías a ser de papel, a estar pegadas en álbumes y a ser guardadas en las entrañables cajas de galletas como las de nuestras abuelas y así nuestros nietos puedan reconocer como nosotros el pasado a través de la fotografía.
Recuerdo con gran cariño las películas y diapositivas Fujifilm que tanto he utilizado y hasta tal vez guardo algún rollo caducado. Velvia, Provia, Astia, películas de altísima calidad que fueron utilizadas por multitud de fotógrafos tanto de profesionales como aficionados de la época.
Las nuevas películas de Fujifilm, tanto su calidad como su rango tonal, hacen muy apetecibles su uso en nuestras antiguas cámaras, incluso el escaneo de los negativos, consigue un aceptable proceso final de la imagen.
Con estas dos películas, he querido reflejar el color desde mundos paralelos en cuanto al color y sus opuestos espacios; los paisajes naturales y urbanos. Espacios urbanos abandonados que la naturaleza intenta atrapar para que vuelvan a su origen y los nuevos espacios urbanos que cohabitan personas de culturas y tradiciones diferentes como el madrileño barrio de Usera.
Artículo escrito por Emilia Valencia Martín
Sobre la autora
Emilia Valencia Martín es licenciada en Bellas Artes, en la especialidad Artes de la Imagen por la Universidad Complutense de Madrid. Está vinculada artística y profesionalmente a la fotografía y al arte en sentido amplio. Como actividad profesional destaca su labor como profesora de fotografía e imagen en universidades, centros de educación secundaria y otras instituciones, así como la de editora y redactora en diversos medios de información especializados en fotografía. Gestora cultural especializada en el ámbito fotográfico. Con respecto a su actividad artística, expone regularmente en diversas galerías, museos, ferias de fotografía y arte nacionales e internacionales.